Los rostros del inconsciente: Jung y la Iniciación
por yemeth


"Los Textos de la Goetia"
Un volumen monumental centrado en el
Ars Goetia que incluye cientos de páginas
inéditas de antiguos grimorios.


Este artículo es parte de una serie sobre Iniciación. Consúltalos todos en esta sección


Iniciación Jung Peligrosa Capilla



Inconsciente Personal: La Sombra

A pesar de que el modelo jungiano de la iniciación no parezca cubrirlo todo debido a que considera que el iniciado no debería arrojarse al Abismo en el que el ego individual es definitivamente disuelto en las aguas del inconsciente, resulta una guía muy interesante que puede resultar útil a la mayoría.

El “proceso de individuación” de Jung consta de dos fases que corresponden a grandes rasgos a la Iniciación en la Peligrosa Capilla (y el proceso de afianzar esas energías), y al camino hacia el Conocimiento y Conversación del Sagrado Ángel Guardián.

La primera fase en la individuación es el encuentro con la Sombra, que es lo mismo que decir el inconsciente personal del psiconauta. Acerca de este terrorífico encuentro también conocido como “Peligrosa Capilla”, “Iniciación del Rey” o “Visión del Sagrado Ángel Guardián”, Jung escribió que:

Quienquiera que mire al reflejo del agua, verá en primer lugar su propio rostro [...] Esta confrontación es la primera prueba de coraje del camino interior, una prueba que basta para asustar a la mayor parte de la gente.

Es de hecho habitual que haya un primer “susto”, como si de una advertencia al psiconauta se tratara. Tras experimentarlo, salimos corriendo o decidimos sumergirnos por completo.

En la Iniciación, el inconsciente personal que proyectamos sobre otros a través de las neurosis se libera. Es el mismo mecanismo que describió Jacques Lacan al hablar de la “forclusión del Nombre del Padre” y la subsiguiente psicosis, en la que nuestro inconsciente se manifiesta a través de nuestra experiencia subjetiva de la realidad.

Es decir, que en este lugar nuestra realidad personal es construída a partir de nuestros miedos inconscientes más profundos. Como escribió Robert Anton Wilson en su “Martillo Cósmico”, ”Todo lo que temes te está esperando con colmillos babeantes en la Peligrosa Capilla”.

Las advertencias de Jung acerca del encuentro con nuestro inconsciente personal no son más alentadoras:

“Cualquiera que descienda al inconsciente accede a una sofocante atmósfera de subjetividad egocéntrica, y se expone en este callejón sin salida al ataque de todas las bestias feroces que se supone que albergan las cavernas del inframundo psíquico”.

Jung también escribió en detalle acerca de la ausencia de certeza de este mundo que se abre para aquellos que atraviesan el Umbral maldito y se enfrentan a su sombra, el inconsciente personal:

”Lo que hay tras la puerta es, sorprendentemente, una extensión ilimitada y sin precedentes de ausencia de certeza, donde aparentemente no hay fuera ni dentro, ni arriba y abajo, ni aquí ni allí, ni mío y tuyo, ni bueno ni malo”.

El autor es incluso bastante explícito cuando apunta al modo en que las sincronicidades -un término creado por él- se acumulan en este lugar dejado de la mano de Dios, tanto que pareciera que la realidad hubiera despertado y el neófito fuera el tema de la conversación de todo cuanto le rodea:

”Allá soy el objeto de todo sujeto, en una inversión absoluta de mi conciencia ordinaria, donde siempre soy el sujeto que tiene un objeto. Allá soy absolutamente uno con el mundo, soy parte de él hasta tal punto que olvido con demasiada facilidad quién soy realmente”.

Utiliza también aquí la metáfora de los “dioses” (a quienes llama también “factores”) dado que ”si atravesamos el umbral de la sombra, descubrimos con terror que somos el objeto de factores desconocidos”. Y como si del dedo acusador de Dios se tratara, estos “factores” nos muestran “nuestra propia insuficiencia”.

El verdadero peligro del encuentro con la Sombra es también señalado por Jung: ”el mayor peligro que nos amenaza proviene de la impredecibilidad de las reacciones de la psique”. El pánico puede hacernos actuar irresponsablemente, y probablemente seríamos tomados por locos por aquellos que interactuaran con nosotros en una situación así. Aún peor, podríamos acabar creyendo en nuestros propios delirios. ¡Ten cuidado!





Inconsciente Personal y Colectivo: Los Arquetipos

Mientras que el encuentro con la sombra es el encuentro con el inconsciente personal, Jung no estaba de acuerdo con la idea freudiana de que el inconsciente al completo sea estrictamente personal.

Consideraba que había partes de nuestro inconsciente que han sido grabadas a lo largo de la existencia humana, y que por lo tanto son iguales para todos y cada uno de nosotros. Es decir, estas partes serían heredadas en lugar de desarrollarse individualmente. Casi como si de instintos se tratara. Esta parte de nuestro inconsciente no tiene que ver con nuestros traumas personales, sino con un estrato más profundo que se manifiesta a nivel etnológico a través de mitos aparentemente similares en culturas ampliamente distintas. Esto es lo que denominó “inconsciente colectivo”.

Ya sea personal o colectivo, el inconsciente para Jung se compone de “Arquetipos”, una serie de imágenes primordiales presentes en la mente antes incluso de que haya existido socialización alguna. A pesar de que la sombra sea el inconsciente personal, es un “Arquetipo” en cuanto que se trata de una estructura del inconsciente. También lo son otros como el anima/animus, el Sí-mismo, etcétera.

El siguiente paso tras el encuentro con la sombra en el sendero iniciático es el trabajo con la syzygy del anima/animus, que se supone que pertenece a este estrato colectivo de la mente:

Si el encuentro con la sombra es la “obra del aprendiz” en el desarrollo del individuo, entonces el encuentro con el anima es la “obra del maestro”.

El anima es un Arquetipo femenino que se supone que pertenece a la mente masculina, y el animus es un Arquetipo masculino que se supone que pertenece a la mente femenina. Sin embargo, hay que destacar que la división masculino/femenino del animus/anima viene de una época en la cual la socialización masculina y femenina así como la construcción cultural de la identidad de género eran mucho más estrictos que en la actualidad, así que podría resultar una división desfasada y demasiado restrictiva si la tomamos literalmente.

Deberíamos poner el énfasis en lo realmente importante dentro de esta estructura del Arquetipo del anima/animus: A grandes rasgos, mientras que la sombra se compone de cosas “negativas” que reprimes, el anima/animus contiene aspectos “positivos” que te pertenecen, pero que no te has atrevido a hacer tuyos.

Ambos sombra y anima/animus están “reprimidos”, pero de formas distintas.

Existe también una relación entre la sombra y el anima/animus. La sombra llega a ser descrita como ”una oscuridad que oculta factores [dioses] influyentes y autónomos que pueden ser distinguidos por derecho propio, esto es, anima y animus”. Jung llega incluso a responsabilizar al anima/animus de los contenidos de la sombra, como si el mal de la sombra no fuera tal sino una distorsión producida por el anima/animus. ”Estas falsificaciones y caricaturas aparecen ahora como los efectos específicos del anima y el animus, estos últimos como los verdaderos autores del mal”.

Mi experiencia práctica aquí es que las características principales del anima se corresponden con las de la sombra, en el sentido de que aquellas cuestiones personales que son desveladas como los principales contenidos reprimidos del inconsciente, parecen ser de la misma naturaleza que aquellas que son proyectadas como anima/animus. Parece como si el desarrollo de nuestro potencial necesitara que desatásemos en el orden correcto dos nudos de la misma cuerda.


Integración de la Sombra y aparición del Anima/Animus

Antes de la iniciación, proyectamos neuróticamente sobre otros los contenidos de nuestra sombra y les criticamos por ello, hasta que la hacemos consciente cuando atravesamos la fantasía/derrotamos al Guardián Menor del Umbral/atravesamos la Peligrosa Capilla o el Duat/trascendemos la psicosis.

Pero tanto antes como después de aquello, proyectamos sobre nuestros amantes los contenidos de nuestro anima/animus.

Incluso después del encuentro con la sombra en la iniciación de la Peligrosa Capilla, todavía no la hemos integrado. Las energías liberadas tras esta iniciación manifiestan nuestro deseo más interno, un amor contaminado por nuestra sombra y manifestado mediante un anima/animus que aún somos incapaces de separar de nuestro amante, y por ello un terrible riesgo para el iniciado.

Esto se convierte en una trampa de la que debemos liberarnos. Algunos lo han llamado “Ordalía de la Sirena” u “Ordalía del Vampiro”. Se nos advierte que el anima/animus intentará hacernos prisioneros antes de poder convertirse en un guía útil. Esta es “la mujer como tentadora” en el “Viaje del Héroe” de Joseph Campbell.

Puesto que las características del anima/animus son rasgos (deseables) nuestros que todavía no hemos asumido, los deseamos en otros. Se convierten en la base de nuestro deseo hacia otros. Hacen que nos enamoremos.

Tras la Peligrosa Capilla, las energías que hemos liberado manifiestan a alguien en quien vemos reflejado al anima/animus. Nos arriesgamos a que nos atrape para siempre. Y hasta que hayamos integrado plenamente la sombra, ”es imposible distinguir al anima y al animus”, así que no podemos separar este Arquetipo de nuestro amante y trabajar con él.

Por lo tanto, la solución es alejarnos de esta trampa, y en lugar de buscar a alguien que lo encarne mejor, empezar a aprender realmente a identificar al anima/animus.

Jung relaciona su idea del anima con la “esposa celestial” de Mircea Eliade. Esto es descrito en los textos de Eliade sobre el chamanismo buriato en ”El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis”. Aquí, se concibe a la esposa celestial como aquella que ”inspira y ayuda al chamán”. Las esposas celestiales son importantes, puesto que se supone que ”le ayudan bien en su instrucción o bien en su experiencia extática”, pero incluso siendo esenciales para el chamán, nunca son el centro del camino.

Hay aquí sin embargo algo de sabiduría muy interesante en las consideraciones de Eliade sobre la esposa celestial que Jung relacionó con su idea del anima.

La esposa celestial del chamán buriato habita en el séptimo cielo. Durante su ascenso a los cielos, todo chamán se encuentra con su esposa celestial, que le pide que se quede con ella. Ofrece al chamán un banquete exquisito así como los placeres de la carne, y le dice que el camino hacia el cielo ha sido bloqueado. El chamán debe rechazar toda comida que se le ofrezca y prometer no comer nada hasta que su viaje haya terminado.

Eliade nos señala que esto evoca el tema mítico occidental en el cual un mortal que entre en el reino de las hadas jamás ha de comer nada, pues de otro modo nunca podría regresar.

Puedes considerar también este banquete prohibido como una metáfora sobre la sexualidad del iniciado.





Evocación e invocación

Puesto que el anima/animus es una estructura sin ego pero con una serie de rasgos (una personalidad) que ya nos pertenecen, una vez hemos superado realmente la cuestión de la sombra y hemos llevado a tierra su Iniciación alejándonos de la trampa del anima/animus podemos empezar a identificar e integrar este Arquetipo.

La distinción entre la sombra y el anima/animus podría recordarnos a grandes rasgos un par de técnicas mágicas clásicas, cada una de las cuales puede relacionarse fácilmente con cada uno de estos Arquetipos.

Evocamos las cosas que están dentro de nosotros y que queremos hacer conscientes y externas a nosotros. Es por eso que evocamos a los ‘demonios’: Evocamos nuestros defectos, evocamos las cosas que necesitamos sacar de nosotros para poder enfrentarnos a ellas. Evocamos nuestra sombra.

Sin embargo, si queremos adquirir rasgos positivos, invocamos a ‘Dioses’ para que abrumen nuestra consciencia. Los invocamos para obtener las cosas positivas que puedan tener para nosotros.

Invocamos los contenidos proyectados de nuestro anima/animus para que sean parte de nosotros. ”Ellos personifican aquellos contenidos que, cuando dejan de ser proyectados, pueden ser integrados en la consciencia”.

Nuestro anima/animus es nuestro yo potencial pleno, percibido como una presencia numinosa de otredad. Encarna la versión más poderosa de nosotros mismos, y sabe sin lugar para la duda cuál es nuestro verdadero poder.

El anima/animus es también el arquetipo de la vida en sí, diametralmente opuesto a la monotonía que anhela la muerte. Así, podremos vislumbrarlo como una entidad autónoma por primera vez cuando nos hayamos desapegado al fin de toda esperanza terrenal.

Puesto que el anima/animus es el arquetipo de la vida, debemos negarlo dentro de nosotros para encontrarnos con él. Cuando nuestros ojos cansados se hayan hundido en la desolación incapaces de hallar una luz trascendental en ningún posible amante, cuando nos hayamos hecho amigos de la desesperanza, entonces aparecerá disociado de todo recipiente terrenal.

Tal y como resulta importante visibilizar nuestra sombra inconsciente interior e integrarla, debemos aprender a separar el anima/animus de nuestros amantes. Hasta que esto se lleva a cabo, ”Ella intensifica, exagera, falsifica y mitifica todas las relaciones emocionales con su trabajo y con otras personas de ambos sexos”. Esta separación ha de hacerse según Jung a través de una relación con una persona del sexo opuesto:

”La identificación del anima da lugar en el hombre a una tríada, de la cual un tercio es trascendente: El sujeto masculino, el sujeto femenino opuesto, y el anima trascendente. En la mujer esta situación se invierte”.

Es decir, acabamos de identificar este tercer sujeto numinoso a través de una relación en la que lo separamos de nuestro amante.

Esto no es tan desastroso como pudiera parecer en lo que al amor respecta, pues tal quiebre del anima y el amante facilita amar conscientemente a la otra persona en lugar de dejar que la proyección del anima/animus dirija nuestros sentimientos y nuestra sexualidad, tal que nos marchemos cuando nuestra pareja no cumpla nuestras injustas expectativas.


Tampoco deberíamos unir sin más la idea del anima/animus con la del Sagrado Ángel Guardián en la magia occidental. Podríamos caracterizar al anima/animus como un psicopompo que media entre lo consciente y lo inconsciente y lo personifica, así como considerar que nos lleva hacia el Conocimiento y Conversación del HGA (Jung escribió que era ”el psicopompo que abre el camino hacia los Campos Elíseos”). Pero puesto que el inconsciente se manifiesta a través de diversos Arquetipos (y que podemos tener el sesgo de considerarlo algo estrictamente interno), sería problemático tomarlo como una misma cosa. En todo caso, el HGA se asemejaría al inconsciente al completo. Aleister Crowley escribió en el comentario a su Liber Samekh, “El Sagrado Ángel Guardián es el Falo Espiritual, el Yo Inconsciente de la Criatura”.

La idea de Jung no es que nos fundamos sin más con el anima/animus -no tiene un punto de vista muy favorable hacia los hombres poseídos por su anima y las mujeres poseídas por su animus-. Considera que deberíamos desarrollar una relación consciente con este Arquetipo, separándolo de nuestro amante. Los contenidos del anima/animus pueden y deben ser integrados, pero ”en sí mismos no pueden, puesto que son Arquetipos”, ya que están ”más allá del alcance de la percepción y la voluntad. Por ello permanecen autónomos a pesar de la integración de su contenido”. Es decir, uno nunca puede integrarlos por completo:

”[El anima y el animus] personifican aquellos contenidos [del inconsciente colectivo] que, cuando se repliegan y dejan de ser proyectados, pueden integrarse en la consciencia. En ese sentido, ambas figuras representan funciones que filtran los contenidos del inconsciente colectivo hacia la mente consciente”.

Por tanto, incluso aunque no podamos integrar el Arquetipo debido a que este sea una función, podemos integrar su contenido a través de lo que Jung llama ”una unión más alta, una coniunctio oppositorum”. De hecho, afirma que este resultado final es la coniunctio oppositorum que ”involucró las especulaciones de los alquimistas en la forma de las ‘Bodas Alquímicas’, así como las de los cabalistas asumiendo la forma de Tifereth y Malkuth o Dios y la Sekhinah”.

Esto podría llevarnos también a considerar el paralelo que pudiera trazarse entre esto y el equilibrio entre Hod y Netzach, tomados como arquetípicamente masculino y femenino.

”Todo aquel que pretenda lograr la difícil hazaña de alcanzar algo no solo intelectualmente sino también de acuerdo a su sentimiento-valor, debe para bien o para mal afrontar el problema del anima/animus para poder abrir el camino hacia una unión más alta, una coniunctio oppositorum. Este es un prerrequisito indispensable para la completitud”.

Una vez hayamos trabajado lo suficiente con el anima/animus, el inconsciente habrá de cambiar de nuevo el Arquetipo a través del cual se manifiesta.

”Si un individuo ha luchado con la suficiente seriedad y durante el tiempo suficiente con el problema del anima (o animus), tal que él o ella ya no se encuentra identificado parcialmente con ello, el inconsciente cambia de nuevo su carácter dominante y aparece en una nueva forma simbólica que representa el Sí-mismo, el núcleo más interno de la psique”.

Y así, la oportunidad del “matrimonio divino” emerge. A la tríada que ya mencionamos del hombre con la mujer y el anima, o de la mujer con el hombre y el animus, se le añade un cuarto elemento:

”El elemento que falta que haría finalmente que los tres fueran cuatro, es en el hombre el arquetipo del Viejo Hombre Sabio, y en la mujer de la Madre Ctónica. Estos cuatro constituyen una mitad inmanente y otra trascendente, un arquetipo que he llamado el matrimonio quaternio”.